Los cultivos están expuestos a muchos peligros que pueden causarles daños. Algunos son inevitables, como los provocados por la climatología por culpa de lluvias intensas o sequías. Otros podemos controlarlos, como el caso del ataque de pájaros, cuya voracidad pueda acabar con nuestra cosecha, provocando pérdidas económicas importantes y la frustración de ver todo el esfuerzo y trabajo de nuestra temporada agrícola tirado a la basura.
No es un asunto sencillo, pues no sirve cualquier protección. Lo más indicado para este problema es el uso de mallas antipájaros homologadas que van a evitar que se produzcan daños en las plantas con la consiguiente disminución de las cosechas, el deterioro de los productos por la acción de estos animales y el aumento de insectos debido a la putrefacción de los frutos afectados. Mediante las mallas adecuadas conseguiremos a un coste ajustado y con una duración en el tiempo suficientemente amplio como para su eficaz amortización, reducir la acción de las aves en nuestros cultivos.
Para que este método preventivo sea idóneo debemos tener en cuenta algunas precauciones a la hora de elegir la malla adecuada. Lo primero es que no sea agresiva contra la fauna, garantizando que se va a evitar el acceso pero no van a atrapar a las aves en su entramado. Deberemos escoger entre los diversos formatos aquel que más se ajuste a nuestros objetivos, tanto a la hora de su instalación con respecto a la forma del cultivo, como en su durabilidad y resistencia, asegurándonos de que sean respetuosas con el medio ambiente.
Por ejemplo, en los frutales la más efectiva contra el ataque de las aves es la malla colocada en la copa del árbol para conseguir tapar todo su ramaje. Se trata de mallas muy finas y ligeras incapaces de dañar a los frutales y que posibilitan su transpiración. Se colocan mediante cañas de gran longitud encima del árbol frutal evitando que se enganche la malla en las ramas.